Hoy celebramos en la Iglesia a San Juan María Vianney, conocido como el Santo Cura de Ars. Este santo sacerdote a quien se le confió la parroquia del pequeño pueblo de Ars en Francia (1818-1859), llegó a tener una fama inigualable por sus sabios consejos durante las largas horas que pasaba en el confesionario. Era tanta la afluencia que tenía, que la compañia de trenes tuvo que abrir una oficina en la ciudad de Lyons para facilitar su tráfico con Ars.
La historia nos cuenta que el Santo Cura de Ars, superó muchos obstáculos en su vida para llegar a ser sacerdote, en una época de mucha persecusión para la Iglesia. Adicionalmente, su celo por la salvación de las almas era insuperable.
Pidamos en oración por nuestros sacerdotes para que cada día fortalezcan su fe, den testimonio del amor y voluntad de Dios, y sean fieles a su vocación. Hoy, al igual que en los tiempos del cura de Ars, necesitamos sacerdotes santos, que den su vida por el Evangelio y la Iglesia.
Pensemos que sería de nuestra vida sacramental sin nuestros queridos sacerdotes. Probablemente en los momentos más importantes de nuestras vidas, hemos tenido el apoyo moral, el consejo, la instrucción y la compañía de algún sacerdote. Dios los ha consagrado para ser buenos pastores y cuidar de nosotros como un rebaño muy preciado.
Fotografía de Irina Orellana, Catedral de Comayagua, Honduras.