viernes, 17 de julio de 2015

¿Es Dios importante en tu fórmula de éxito?



Estamos viviendo tiempos difíciles, especialmente en el aspecto económico, el cual determina la realización de muchos proyectos importantes en la familia. Garantizar alimento diario, educación, salud, sana diversión, seguridad y ofrendas (poder ayudar a otros), no es nada fácil y dependen de los ingresos que recibimos diariamente, o mensualmente, ya sea de parte de un empleador, o bien, de nuestra capacidad de generarlos como emprendedores o profesionales independientes.

Ayer conversaba con una buena amiga que acaba de iniciar su negocio hace como 3 meses, y me comentaba sobre lo difícil que está el mercado, la economía que no alcanza para mucho, que sus ventas cada vez están peor, y que posiblemente considere cerrar su pequeña empresa. En vista que me estaba compartiendo toda esta realidad, y luego me preguntó qué podía hacer, le dí algunos comentarios sobre cómo hacer entregas de comida a domicilio, promocionarse, etc. Luego finalicé haciéndole saber que ella contaba con algo que no todos los emprendedores tienen, y eso era su fe en Dios. Le dije: "si tú ya has experimentado la protección del Señor en tu vida, y has evidenciado todos los proyectos que El te ha permitido finalizar, entonces debes tener mucha fe, paciencia, y la garantía que saldrás adelante". Después de haber escuchado mis palabras, la conversación se descompuso porque me dijo que Dios no tenía que ver en esto, que por qué le estaba sacando a Dios en la plática, cuando las cosas dependen de la situación económica que tenemos. Al final decidió colgarme y no continuar la plática.

Me sentí un poco triste, pero mucho más frustrada porque pensé que daría aliento y esperanza, y al final fue todo lo contrario. Al igual que esta amiga, muchas personas piensan de manera similar. Creen que el éxito depende exclusivamente de su preparación, planes, fórmulas económicas, y ahora en Honduras, del "conecte político" que al final de cuentas nos puede perjudicar. Trato de pensar en muchas cosas por las que me he esforzado, y al final no resultaron del modo que hubiese querido, simplemente porque no fueron puestas en manos de Dios. Tampoco estoy tratando de dejar de hacer lo que a mí me corresponde. Por supuesto que el éxito se trata de trabajo, esfuerzo, talento, dedicación, disciplina, etc., pero también se trata de mucha actitud positiva, de alegría, de optimismo, y por qué no decirlo, de gozo verdadero y paz interior, los cuales generalmente son el resultado de una relación frecuente con Dios. 

No pretendo dar explicaciones sobre el éxito de las personas que jamás han tenido a Dios en sus planes, y sin embargo lo han logrado. Lo que deseo es recordarte a tí que me lees, que si te profesas creyente en el Señor, que le des el lugar que merece en tu vida, en tus proyectos, y en tus planes. Dios debería tener un puesto importante en nuestra fórmula de éxito. Ahora que ya hemos escuchado su Palabra, y hemos sido testigos de sus milagros y bendiciones, lo mejor es caminar confiados. Saber que El tiene el control de aquellas cosas que yo no puedo controlar ni entender. Muchas veces la fórmula del éxito no sólo se trata de variables matemáticas o científicas, y es entonces cuando el Señor nos deja perplejos.

miércoles, 15 de julio de 2015

¡Gratuidad sobre todo!



Hoy quiero compartir un sentimiento que ando dentro desde hace algunos días, y se refiere a la gratuidad, sobre la cual ha hablado en más de una ocasión el Papa Francisco. No pretendo ser una experta en este tema. Sólo deseo compartir mi propia experiencia con respecto a las manifestaciones del Señor en mi vida, en mi historia. Anoche que compartíamos con algunos hermanos sobre cómo hemos llegado hasta acá (Formamos parte del Camino Neocatecumenal, y muchos nos considerábamos "perdidos", sin "propósitos de vida"), concluimos que todo se ha debido a la gran misericordia de Dios. Poco o nada hemos hecho para merecer su gracia, y la capacidad que hemos tenido de ser constantes en este caminar cristiano que no es nada fácil, es regalo del Espíritu Santo.

El Papa Francisco ha dicho que "la predicación evangélica nace de la gratuidad y del estupor de la salvación que llega, y eso que he recibido gratuitamente, debo darlo gratuitamente". Yo creo firmemente en esto porque lo he vivido en carne propia. Veo hacia atrás y me doy cuenta de todos los beneficios recibidos, de las bendiciones, de todo lo bueno y de todo lo malo, que al final de cuentas, termina favoreciéndome. ¿Y cómo callar ante estas maravillas inexplicables? ¿Cómo no compartirlas con quienes hoy día viven su vida a medias, sin esperanza, con el vaso "medio vacío", con tristeza en sus miradas porque mucho lo consideran perdido? Cuando se ha caminado con la certeza de que Dios nos sostiene, toda la vida cambia; los panoramas grises, las crisis de vida, duelen menos porque estamos confiados. Siempre duelen, pero es diferente. !En medio de los problemas, sabemos que todo saldrá bien! Esta capacidad de fiarnos, es regalo del Señor. Y lo que más me conmueve es saber que a pesar de no merecerlo, El está ahí, cercano.

Hoy me uno al salmista haciendo eco del hermoso salmo 103:

"Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura."


Si tú también tienes razones para dar gracias al Señor, no te quedes callado. Te invito a que compartas la historia de amor entre tú y tu Creador. ¡Y no te olvides nunca de agradecer!